
Esta es mi cuarta estancia en Buenos Aires. Me quedaré un mes aquí. Nunca antes había permanecido tanto tiempo en esta ciudad que no deja de consumir música a pesar de sus problemas. Entonces, lo de hacer turismo no va conmigo esta vez, vivo como un gaucho más, he venido a divertirme, pero, también a trabajar, a comer bien y a cocinar, a dormir hasta tarde y a tender mi cama, a recorrer la ciudad en subte o colectivo, nada de taxi.
Lo bueno es que mis amigos me han dado un buen hogar, lleno de amistad y muy versátil. Aquí puedo laburar, cocinar, dormir, escuchar música, leer, caminar por O’Higgins a mi antojo, tomar el subte hasta la estación Retiro, visitar librerías y un largo etcétera.
Me gusta esta ciudad como ave de paso. No para establecerme de por vida. Como dice Fito Páez: “Buenos Aires es la ciudad de mis amores y mis horrores”. Al igual que Fito, mi contradicción es parecida: La Buenos Aires que yo conozco es la de las miradas extrañas y la de los buenos amigos.

El sol ya me fastidia, así que mejor regreso a casa. Dentro de unas horas comenzarán los conciertos del PEPSI MUSIC. A pesar de la inflación, se sigue respirando rock internacional en esta ciudad. Una botellita de agua me ha costado dos pesos (dos soles) y un pebete (sándwich grande de jamón y queso) seis. No dejaré que la economía interfiera con el rock n’ roll.